La vida de Jesús de Nazaret es el centro de la fe cristiana y de perfecto amor. Nacido en Belén, en condiciones humildes, su llegada al mundo fue anunciada como el cumplimiento de antiguas profecías que hablaban del Mesías, el Salvador prometido. Su madre, María, lo concibió por obra del Espíritu Santo, y José, su padre adoptivo, lo crió en obediencia a Dios.
Jesús vivió su infancia y juventud en Nazaret, creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres Lucas 2:52. A los treinta años, comenzó su ministerio público, predicando el Reino de Dios, sanando enfermos, liberando a los oprimidos y enseñando con autoridad. Su mensaje de amor, perdón y justicia confrontó tanto a líderes religiosos como a estructuras sociales injustas.
El perfecto amor viene más allá de sus milagros y enseñanzas, lo que distinguió a Jesús fue su carácter: compasivo, humilde, obediente al Padre hasta el final. Amó a los marginados, perdonó a los pecadores y se relacionó con todos sin hacer acepción de personas.
Su vida culminó con su sacrificio en la cruz, donde murió por los pecados de la humanidad. No fue una derrota, sino la expresión máxima de su amor. Al tercer día resucitó, venciendo a la muerte y ofreciendo vida eterna a todo aquel que cree en Él.
Jesús no solo vino a salvarnos, sino también a mostrarnos cómo vivir. Su ejemplo de servicio, entrega y fidelidad al Padre sigue inspirando a millones en todo el mundo. Conocer su vida no es solo un estudio histórico, sino una invitación a seguirlo y a reflejar su amor en nuestro día a día.